El caso de la radio televisión valenciana es un ejemplo de lo que venimos hablando. Todo el mundo admite que Canal 9 no tiene otro objetivo que servir al gobierno, y que sus informativos no son otra cosa que propaganda. Esto no es una opinión política, teñida por el partidismo; puede confirmarlo cualquier persona que haya seguido los telediarios con alguna asiduidad. En Canal 9, los partidos de la oposición no existen, y se hace gala de un maniqueísmo extremo ante cualquier cuestión política o social. ¿Existe alguna diferencia sensible entre Canal 9 y la televisión de un caudillo como Hugo Chávez? Pues bien, aún no se ha conseguido trasladar esta idea tan sencilla a la opinión pública de un modo efectivo.
El incidente del pasado jueves en las Cortes ha mostrado también la debilidad que suele acompañar a las iniciativas ciudadanas. La voluntad que anima a los componentes de la plataforma está fuera de duda. Estas personas aspiran a disponer de una televisión pública que sirva a los intereses de todos los valencianos, y no sólo a los de un grupo de políticos, como sucede ahora. Paradójicamente, estas buenas intenciones son insuficientes cuando no se tiene el respaldo de la política. Hace tiempo que la política profesional expulsó a los ciudadanos del espacio de la política. El error de los partidos de izquierda en este asunto ha sido fenomenal, y ahora pagamos las consecuencias.
El artículo original "La oposición, burlada" en ElPais.com
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